“La Resiliencia, definida como la capacidad psicológica para adaptarse a las circunstancias estresantes y para recuperarse de los acontecimientos adversos, es un rasgo de personalidad muy buscado en el lugar de trabajo moderno, así como en los negocios e incluso en la vida personal”.
Como Sheryl Sandberg y Adam Grant argumentan en su reciente libro, podemos pensar en la resiliencia como una especie de músculo que se contrae durante los buenos tiempos y se expande durante los malos.
En ese sentido, la mejor manera de desarrollar la resiliencia es a través de la dificultad, por ejemplo, Seneca observó «las dificultades fortalecen la mente, como el ejercicio lo hace con el cuerpo» y Nietzsche expresó «lo que no nos mata, nos fortalece «.
Pero… pero… ¿puede una alta capacidad de resiliencia, convertirse en algo malo?, ¿al igual que demasiada masa muscular puede ser mala para la salud – quiero decir, poniendo alta tensión en el corazón?
Estudios científicos a gran escala sugieren que incluso las competencias adaptativas se vuelven desadaptativas si se llevan al extremo. Como las investigaciones de Rob Kaiser sobre la versatilidad del liderazgo indican que, las fortalezas en exceso se pueden convertir en debilidades, se pueden concebir situaciones en las que podemos ser demasiado resilientes en contra de nuestro propio bienestar.
Por ejemplo, la extrema resiliencia podría conducir a las personas a ser excesivamente persistentes con objetivos inalcanzables, por lo que suele ser más efectivo ajustar nuestros objetivos a niveles más alcanzables, lo que de ninguna manera significa renunciar a los demás, solo es necesario ser más realistas, de tal forma que no nos frustremos en el intento de alcanzar algo que no vamos a conseguir, por lo menos en un determinado período de tiempo o con una cantidad definida de recursos.
Vale un dicho que dice: “El límite de la Persistencia está en el momento en el cual sufres por hacerlo”, que fue un tema que conversamos en Confidencias de Fernando Loaiza
En la misma línea, demasiada resiliencia podría hacernos demasiado tolerantes a la adversidad. Por ejemplo, podría llevarnos a soportar empleos aburridos o desmoralizadores -y especialmente malos jefes- durante más tiempo de lo necesario.
Tal vez si fueramos menos resilientes, podríamos tener más probabilidades de mejorar nuestras condiciones laborales, como hacen muchas personas cuando deciden abandonar el empleo tradicional para trabajar por sí mismas. Sin embargo, la gente está mucho más dispuesta a soportar un mal trabajo (o jefe) que una mala relación.
Por otro lado, demasiada resiliencia puede obstaculizar la eficacia del liderazgo y, por consiguiente, la efectividad de nuestros equipo de trabajo o de la organización donde trabajamos, a lo que llamamos “burnout”, como menciona este estudio reciente, de Adrian Furnham y sus colegas que demostraron que hay diferencias dramáticas en la capacidad de las personas para adaptarse a empleos estresantes y ambientes de trabajo.
“Frente a circunstancias aparentemente desesperadas, algunas personas se asemejan a un personaje de dibujos animados de superhéroes que atraviesa una pared de ladrillo: sin emoción, sin temor e hiperflemático. Para protegerse contra el daño psicológico, despliegan mecanismos de defensa que pueden inflar artificialmente sus egos. Mientras tanto, otros tienen un conjunto de propensiones que los hacen actuar un poco diferente cuando están bajo presión y estrés. Se vuelven emocionalmente volátiles y temen el rechazo. Y, por consiguiente, se alejan de los grupos, levantan muros para no ser criticados y admiten abiertamente las fallas como una forma de protegerse de la vergüenza pública”.
A pesar de que el superhéroe resiliente suele ser percibido como mejor, hay un lado oscuro oculto, que viene con los mismos rasgos que inhiben la auto-conciencia y, a su vez, la capacidad de mantener un auto-concepto realista, que es fundamental para desarrollar su potencial de carrera y talento de liderazgo.
En suma, no hay duda de que la resiliencia es una habilidad muy útil, especialmente frente a eventos traumáticos. Sin embargo, cuando se lleva al extremo, puede enfocarnos en metas imposibles y hacernos innecesariamente tolerantes a circunstancias desagradables o contraproducentes.
Como siempre digo, ninguno de los extremos en la vida es bueno, es importante intentar mantenernos en un MEDIO o MITAD de las cosas, adaptarnos a las circunstancias es muy importante, sin embargo es necesario reconocer nuestras fuerzas y capacidades con el fin de mantenernos balanceados y no llegar a puntos extremos.
Cuéntanos, ¿has llegado al punto de resiliencia tan alto, que supere tu propio bienestar?
Vale la pena compartir nuestras experiencias…
Adaptado a partir del artículo de Tomas Chamorro-Premuzic y Derek Lusk – HBR, Junio 24 2016